Muchas veces nos obcecamos en mantener todo el trapo cuando el viento arrecia. Vamos escorados, luchando contra la mar y el viento e incluso el barco se nos va de orzada. Llega el momento de que no podemos más y decidimos tomar un rizo a la mayor. En ese momento, en ese justo momento, descubrimos que el barco, además de ser más habitable, desarrolla de medio nudo a dos nudos más de velocidad.